El Ayatola

El súper mundo de la mitomanía siempre ha estado cerca mío, quizá de todos, pero como mi mitómano escribir sólo habla desde mi egocéntrica realidad prefiero hablarlo desde mi humilde experiencia.

Para mí lo interesante de los mitómanos es que en el fondo no son mentirosos, porque si cuando uno miente cree en el fondo que su propia mentira es verdad, no es una mentira...¿o si?.

Y poniéndonos un poco más metafísicos si la realidad no es una sola, unívoca e irrebatible, y lo que realmente tenemos son miles de interpretaciones de lo que pasa, ¿quién dice que es cierto y que no?. El consenso, mis polainas. En algún momento cuando aparece un nuevo descubrimiento, el consenso suele negarlo y tratar al descubridor de orate-mentiroso. A la cresta el consenso.

Cuando era pequeña, lo que mi padre decía era ley y recién en mi pubertad noté que muchas de sus historias en verdad nunca ocurrieron. Lo que me impactó en su momento pero que hoy miro con ternura.

Tengo muy vívido el recuerdo de un cumpleaños x en que mi papá hablaba de una vez que me había llevado a la nieve.

”Y corría la Angelita por la nieve, le encantó a la niña, Bla Bla Bla.”

Todo esto mientras yo jugaba en el suelo con puros cabros chicos que apenas conocía pero que como hijos de los jefes de mi padre debían estar presente en mi cumpleaños. “Y la nieve y el trineo, bla bla bla”.

Una vez terminado mi cumpleaños, número 8 creo, le fui a preguntar a mi mamá donde estaban las fotos de la nieve y mi mamá se cagó de la risa.

-¿Nieve?, Ángela nunca llegamos a la nieve acuérdate que el auto quedó en pana en San felipe.

-Pero mi papá dijo que fuimos poh...y el trineo?

-Es que de ir fuimos, el tema es que no llegamos, seguramente tu papá llevó a su hija imaginaria a la nieve.

La falta de tacto de mi madre me hizo romper en llanto, no podía creer que mi papá tuviera “otra hija” (que sabía yo que era eso de la “imaginaria”).

Desde esa fecha hasta ahora ha pasado mucha agua bajo el puente, ya no me sorprenden sus mentiras y de hecho como que opto por creérselas. (una señal más de que la mitomanía se hereda). Así que cuando lo pillo mintiendo descaradamente, pero con sus ojitos llenos de ilusión, me meto en su historia haciéndome parte presente de sus extrañas alucinaciones.

Esto hasta que mi madre, en una actitud que aborrezco y juro tratar de nunca repetir con una pareja, lo contradice en público con frases del tipo. “Y tú cuando manejaste un camión, mentiroso”.

Hasta ahora la historia que más ha perdurado en el tiempo y a mi juicio la más notable, dice relación con las aventuras submarinas de mi padre, empieza más o menos así:

“Cuando yo practicaba buceo, en Maintencillo, los pescadores me pedían favores porque yo veía los bancos de peces y los calamares nadaban al lado mío, junto con la centollas...y...y”.

El problema: el equipo de buceo de mi papá no era más que un esnórquel rasca y las centollas no eran más que camarones de roca y potitos de mar.

Pero a mí me da lo mismo, me encanta escuchar la historia y siempre busco la posibilidad de mencionar maintencillo, sólo para que el Epi se incliné para atrás sobándose las manos y empiece a contar su aventura por milésima vez. Impresionantemente, en la cabeza de padre la historia ha ido mutando, así que en sus últimas versiones yo a mis tiernos 12 años usaba un traje de buceo chiquitito y lo acompañaba en sus excursiones cual sirenita.

La recurrencia de la historia generó incluso una frase código, cuando se produce alguna reunión social, cosa rara en mi casa, y mi papá empieza a ponerse demasiado conversador, mi madre me lanza la frase “anda a ver a tu papá que parece que se está poniendo el traje de buzo otra vez”. Señal efectiva para rescatarlo antes de que diga que trabajó en la NASA o algo parecido.

En el fondo la realidad del mitómano es mucho más entretenida que la del resto de los mortales. Porque ¿Para qué ver el mundo bajo las gafas cuadradas de la realidad si este puede verse artificialmente afectado, por uno que otro superlativo y una que otra omisión intencionada que haga menos triste o humillante los episodios vividos?

Aunque hoy, reconozco llegué a cuestionar este axioma, un individuo indiscriptiblemente imposible de caracterizar en un espacio tan reducido como éste, empezó a contar su experiencia como corresponsal de guerra, todo bien, las anécdotas eran re divertidas, hasta que en un momento le escucho decir “bueno y el Ayatola hizo una cena en mi honor...de hecho hay una calle con mi apellido porque yo le salvé la vida”

- Queeeeeeeeeeeeé, exclamé desde mi cubículo, ya que por estar chateando me perdí parte de la historia.

Rápidamente sentí la mirada desesperada de muchos compañerillos de trabajo, que trataban de anunciarme que no debía cuestionar ni darle cuerda al relator de la historia, pero ya era demasiado tarde. Tuve que escuchar por 30 minutos historias que incluían helicópteros, asesinatos y hasta a Bin Laden en uno que otro capítulo.

Yo que pensaba que haber conocido el mundo de la fantasia porque había visto como un esnórquel de 3500 pesos se transformaba en un equipo submarino, estuve impactada toda la tarde, qué Cata Olivares, qué Gran Pez, ahora conocí al único periodista chileno que tomó tecito con Bin Laden.


Número Dos