Anoche no podía conciliar el sueño, llegué de la Revista cerca de las 12 de la noche y me dieron las 2 de la mañana dando vueltas en la cama. La tele sólo daba infomerciales y en mi paupérrima despensa habitaba con suerte un solitario pimentón algo rancio. Qué hacer a las dos de la mañana sin sueño, pensar me parecía una lata, leer los mismos libros que he releído mil veces no parecía prudente, ver por milésima vez mis películas de monitos tampoco, así que opté por el Gran Pez (sorry Taco, sé que era tuya).
Una película bastante ad hoc para estas últimas semanas, en las que he pensado bastante en mi papá. Hace 15 días me hice los exámenes de rigor para descartar una diabetes, lo que debo hacer cada 6 meses desde que hace unos años atrás estuve a punto de ser diagnosticada con la desagradable enfermedad , afortunadamente pasé con éxito mi prueba. Pero mi padre, que jamás de los jamases accede a ir al médico, no tuvo la misma suerte. Diabetes en nivel 1 fue su diagnóstico, así que desde esa fecha anda con su sacarinita en el bolsillo y nuestra dieta de fin de semana se ha visto rejuvenecida con pavo y verduritas en reemplazo de las típicas papas fritas con carne.
Cómo buena hija lo he llamado por teléfono con más frecuencia de la acostumbrada y he hecho esfuerzos porque se venga un fin de semana conmigo a Santiago, pero como el pobre es un trabajólico dependiente no ha podido obtener vacaciones que le permitan viajar. Y el fin de semana es un desastre tratar de compartir con el Epi (apodo cómplice con el que lo denomino hace ya harto tiempo) ya que mi padre trabaja todo el sábado y parte del domingo…
Es triste darse cuanta de que a medida que uno crece es más y más difícil estar de verdad con tu padre. De eso me di cuenta la semana pasada cuando me atacó la amigdalitis, el estado de vulnerabilidad provocado por la fiebre siempre me hace pensar en mi papá. En mi familia no somos particularmente expresivos, de hecho no recuerdo haberle dicho alguna vez a mi papá Te quiero o que él me lo dijera a mí, pero si recuerdo muchos momentos de extrema complicidad, lo que en mi opinión no es más que amor. Sin complicidad no hay amor posible, los códigos comunes y los momentos ridiculamente inentendibles para el resto, siempre fueron nuestros te quiero ocultos.
Y siempre estaban relacionados con las visitas al hospital. Cuando pendeja vivía con amigdalitis, además mi torombolismo que ya se vislumbraba a esa tierna edad, hacía que me pasaran cosas tan raras como ser picada por una araña venenosa, tener una esquirla de soldadura incrustada en el globo ocular o quemarme la pierna en segundo grado en una monumental caída en skate.
Y era mi papá el que siempre se arrancaba de la pega para llevarme al Hospital Naval, a mi mamá la sentábamos en el asiento de atrás del auto para que no se fuera retándome (por el terrible descuido de enfermarme o caerme a los 7 años) durante todo el camino y para que yo distrajera la fiebre cambiando la radio cada 5 minutos.
Una vez que llegábamos al hospital siempre elegía al Epi para que entrara a acompañarme, lo que resultaba realmente contraproducente ya que el muy nerd nunca se acordaba de mi edad y menos de mis síntomas, razón por la cual era siempre yo la que, en mi estado febril, terminaba dándole los datos a la enfermera. Lo que no me importaba en lo más mínimo, ya que una vez que ella se retiraba del cubículo el Epi me instigaba a robarme las paletas de auscultación y a jugar con todas las maquinitas. Así que de tanto reírme, una vez que llegaba el momento en que me inyectaban, la guevada no tenía tanta importancia. Menos aún cuando terminado el proceso del pinchazo, mientras mi mamá compraba los remedios y cuestionaba al farmacéutico, ambos atacábamos la maquinitas expendedoras de dulces del hospital…Era nuestro rito, camino a casa ya con el placebo de la inyección en el cuerpo, mi papá me bajaba del auto, extra abrigada enfrentando los constantes reclamos de mi mamá, en una juguetería de la calle Valparaíso, “niñolandia” creo que se llamaba, para que eligiera la última figurita de HEMAN MASTER OF THE UNIVERSE.
Por eso me dio pena ir sola la hospital la semana pasada…También me puse a pensar en que probablemente esos momentos ya nunca más se repetirán, estoy muy grande como para pedir cuidados intensivos por una simple amigdalitis. Qué raro es sentir que crecimos y que ya nos quedan pocas posibilidades de expresarnos cariño en código, que vivir sola implica un poco perder esos códigos…Porque nos quedan pocos espacios para vernos y ninguno de los dos es capaz de decirle verbalmente al otro Te quiero.
Quizá ahora que el tiempo y la lejanía de la ternura infantil es escasa, sea hora de aprender a decir las cosas. Ojalá algún día junte las ganas y la valentía para decirle sin motivo de nada, PUTA VIEJO QUE TE QUIERO.
Numero dos
2 comentarios:
A ver.
Siempre te he conminado a que saques los sentimientos con tu familia, o en otras situaciones que sí merecen este tipo de expresión y no sarcasmo.
Que lleves dos posteos seguidos con ese afán lo encuentro un buen primer paso... pero Negrita, piensa que uno misma boicotea sus propios logros (sobretodo cuando te resfriegan en la cara que has sido deficiente en alguna área de tu vida). Por lo mismo, porque tu viejo Epi es quien creo a quien más quieres, tu role-model y tu cómplice, que le debes subir al peldaño siguiente.
Ya pues, no es tan difícil! Upa!
Número Une
Andate a Valpo, agarra a tu Viejo y dile "TE QUIERO"...(después no le pidas plata...sino va interpretar que lo quieres por interés...jajaja).
Pero dícelo, no seas boluda, mira que va a llegar el día que no van a estar físicamente en la tierra y uuuuuuuuu... me parece que es salado. Tu sabes como es la relación que tengo con mi padre y siempre le digo que lo quiero. No pierdas el tiempo... dicelo... a demas es el único hombre en la tierra que nunca te va a causar daño...
Además, piensa lo bien que se va a sentir cuando el lo escuche... ya negra llegó tu hora de hacer cosas importantes... esto es más importante que el BONUS TRACK...jajajajaa
Ya membrilla partiste a darle el abrazo a tu viejo...
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