VECINOS INVASORES

Anoche no podía dormir, la pareja del departamento de arriba estaba peleando, no es la primera vez, pero esta vez la crisis fue bastante larga. Duró casi el triple de la vez que los escuché tirando, ocasión en que no pude evitar compadecer a la niña de las dramáticas peleas, ya que la performance de su amante duró menos de 5 minutos.

La pelea de anoche fue heavy, ella le imploraba que la dejara en paz, que él no era su dueño y que ella estaba cansada de sus celos. Él le decía que era una perra mentirosa y ella cerraba una puerta con un estridente golpe. Casi media hora después, volvían a la carga, me las vas a pagar puta gritaba él, abre la puerta mierda. Y nada. A esta altura había perdido el interés en el argumento de C.S.I porque la mocha era lejos más entretenida.

No podía dejar de preguntarme si alguna vez mis vecinillos habrían escuchado alguna de mis andanzas, con mi “suave” tono de voz y “recatadas” conductas de dormitorio me parece difícil que no hayan escuchado algo. Mientras me reía de mi misma imaginando lo que mis vecinos debían comentar de mi persona, entré al baño y descubrí con sorpresa que por el extractor de aire se escuchaba claramente el llanto de una mujer. Seguramente la drama queen estaba llorando encerrada en el baño.

Qué dramáticas pueden llegar a ser las minas, yo que ella por último me largo del departamento o exilio al pastel al living y lloro bajo las mantas de mi camita. Pero llorar y cagarse de frío, ni cagando.

Allí recordé el episodio acontecido en un asado en la casa de mis padres, con mis ex compañeros de colegio en que a una amiga le dio la garrotera tipo 6:45 de la mañana, se puso a hablar por teléfono con su pololo o “ex” con el que lleva 9 años terminando, ebria, celosa e hipersensible, lo que motivó que una vez cortada la comunicación se largara a llorar en pleno quincho y se rehusara a acostarse, lo que me tuvo muerta de frío hasta cerca de las 7:30 de la madrugada, como buena dueña de casa, convenciéndola de que dejara de llorar y se fuera a acostar de una vez.

Cómo olvidar episodios memorables del calibre de Kenita Larraín llorando encerrada en el baño después que Marcelito Ríos la dejó estrellarse en el jepp sin freno de mano. Qué hacía el pastel mientras la modelito lloraba, VEÍA TELE.

Y después las minas reclaman cuando las tratan de histéricas. A esta altura eran las dos de la mañana y mi discurso pro fémina se había venido estrepitosamente al suelo. La mina del depto de arriba seguía llora que te llora y ya se había terminado la trasmisión de canal 13.

Asumiendo que ya me había desvelado, me levanté a preparar algo de comer y justo cuando volvía con mi bandejita con yogurt y cereales, escuché el rechinar de una cama, seguido de un tenue y entrecortado: ahh, ahhh, ahhh, así, así, asiiiiií. 3 minutos más tarde la pelea se había terminado al igual que el conejil coito de mis vecinos.

Más rabia me dio con la mina, porque si había algo por lo que valía la pena llorar era por la escasa resistencia del pelota de su pololo.

Número Dos.