martes, febrero 14, 2006

Momento Closer

Desde que empecé este reemplazo en Salinas Surrealista (como le llama número uno) he tenido que perfeccionar el acto de levantarme temprano, cosa que no hacía desde mi ya ajena etapa escolar.

En la radio y en el Ministerio mi hora de ingreso era pasada las 9:30, 10 de la mañana, y en la Universidad, a menos que hubiera prueba o hiciera clase Román, Díaz ni siquiera pensaba en la posibilidad de abrir sus ojitos antes de las 8.En fin, difícil me ha resultado la experiencia. Sin importar la hora en que apague la tele no puedo evitar confiarme en los míticos 10 minutos más y quedarme atrapada en las sábanas para después correr al metro y llegar obviamente tarde.

Explicación realizada paso a la anécdota del día, camino al metro casi todos los días, hace ya casi un mes, me topo con un jovencito rubio (no voy a usar el vocablo rucio porque ése es otro personaje), bien guapito, vestido religiosamente de formal casual. Siempre que nos cruzamos se topan las miradas, al principio yo bajaba la vista, luego sonreía y ahora patudamente nos saludamos con un despreocupado gesto de cabeza.

A mí que sufro de coquetería crónica lo anterior me entretiene muchísimo, además suelo entretenerme imaginado cosas sobre estos extraños a lo que no conozco, qué hacen, cómo son, tendrán una vida entretenida, serán monstruos de escritorio, psicópatas sexuales, etc.Claro que con este chico en particular mi obsesión elucubradora de fantasías va por otro lado, siempre que me topo con el mencionado sujeto camina al tiempo que lee un libro que lamentablemente está forrado con papel roneo.

Cosa que me desespera y obsesiona en exceso, cada vez que tomo el metro divido mis pensamientos en dos. 1. Qué leerá...fiasco quizá el señor de los anillos o Harry Poter...peor aún quizá un libro de autoayuda, de la onda “Cómo triunfar en el trabajo” o “Quién se robó mi queso” . 2. Puta que es tarde, hoy si me pillan.

Esto hasta hoy (ufffff, llegué impresentablemente tarde, ayer traté de salvar a la Katty de un embotellamiento cervecero y terminé por hundir más el buque alargando el jolgorio hasta pasada la una de la mañana). Hoy 8 de febrero mi relación freak con el misterioso hombre de ojos claros tuvo un giro radical, choqué de frente con el joven en cuestión justo en la puerta del metro. “Nos hemos quedado dormida toda la semana” me dijo con voz ronca.

Sorprendida sólo atiné a sonreír y decir “toda mi vida parece”, esto mientras la masa humana que atocha el metro a las 8 30 de la mañana nos empujaba en direcciones opuestas. Sin parar de caminar me giré, esta definitivamente era mi oportunidad, así que le pregunté: ¿Oye qué lees?, el rubio con cara de descolocado (al parecer pensó que le iba a preguntar su nombre) me respondió trastabillando: “Inteligencia emocional”.

Sonreí, no estaba tan perdida en mis predicciones.

Número Dos

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