Hace un par se semanas número uno se atrevió a decir que yo era HARDCORE y semanas después repitió el epíteto delante de su amigo Nico. ¿Hardcore yo? Cómo es posible que N. haya llegado a esta conclusión.
Me parece que todo partió de un comentario inocente. Hablaba yo con número uno sobre mi última adicción al spinning, las dietas y tantas otras aprensiones que llegan a mi vida siempre que se avecina la época estival. Fue entonces que le comenté que mi adorado novio por fin estaba reconociendo que estaba algo gordito y que se estaba poniendo la pilas para parar la ingesta desenfrenada de asquerosidades. Todo esto por iniciativa propia, lo que es muy importante destacar, ya que en ocasiones anteriores he comprobado que si yo se lo pido o sugiero que haga dieta o ejercicio la respuesta será absolutamente contraproducente (comerá sin parar sólo para no ceder antes mis peticiones).
Número uno, siempre interesada en saber cómo consigo que mi adorado hombre ceda ante mis múltiples niñerías y caprichos, me preguntó cómo habría logrado tal hazaña. (Ojo no exagero, es una hazaña, ya que si hay algo en que mi caballero de cuentos de hadas no cede es en la comida).
Y así empezó todo. Le dije: “Te acuerdas que Christian compró una cama digital”. Sí dijo número uno. “Bueno es que esta cámara tiene la opción de grabar hasta media hora”. Mi interlocutora me miraba como si yo estuviera hablando chino ( uno de los pocos idiomas que la políglota Natalia no domina). “Así que le dije que por qué no grabábamos un videito en nuestra última noche juntos” (en alguna ocasión posterior explicaré porque mi vida amorosa es tan interrumpida) Número uno abrió, más aún, sus grandes ojos y puso cara de liberal. Mientras yo seguía charla que charla sobre el tema: “Al final Christian no quiso porque dijo que no estaba en forma, que iba a retomar el ejercicio físico primero, que después lo grabáramos”. Yo, que a todo esto estaba re orgullosa de lograr que mi afamado novio asumiera un interés explícito por cuidarse, seguía hablando cuando Natalia me miró cagada de la risa y sentenció sin asco “puta negra que eres hardcore”.
Allí quedé, con la etiqueta bien marcada, desde ese momento en adelante, la negra sería HARDCORE.
Número Dos
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