Después de un largo y tortuoso intervalo, aquí estoy yo también de vuelta.
Ante todo, gracias Ange por insuflarme de ánimos para escribir de mi positively pitiable existence, que como todo en la vida tiene sus comicidades y tragedias -no separadas, sino muchas veces adosadas unas con otras.
Un triz de anécdotas para analizar estas afirmaciones. Hace un tiempo atrás, exactamente, el 31 de diciembre del año recién pasado, decidí comprarme un perro. Por qué: porque tenía la imperiosa necesidad de sentirme ligada factual y sentimentalmente a algo (ya ni siquiera es alguien, nótese, y tampoco digo que con Isa no tenga ese tipo de sentimientos, pero digamos que busco al tan anhelado tercero que llene algunos spots que Yeyé, en su posición dictatorial, no necesita ni desea cubrir) que me proveyera de a) cariño incondicional –qué mejor es un perro moviendo la cola-; b) compañía los fines de semana cuando Isita se va con su padre –deseché al peludo humano en esos términos- y c) me obligara a no carretear tanto –volver a punto b-.
Así, en vísperas de Año Nuevo, partí nada menos que a ConCon –imagínense el terminal- a buscar a Pepinillo y Charly, su hermano (que quedó para David). Ahí conocí a Pepinillo, mi Pepi querido. Mientras su hermano loco de deshacía en gracias, Pepi tranquilito miraba con ojos tiernos y brillosos. Le amé al instante.
Pepinillo y yo en brazos de Morfeo
De vuelta a casa, Pepinillo efectivamente cumplió su labor y mami Natalia lo colmó de premios caninos y caricias muchas. Desarrollamos una ligazón que rallaba en lo enfermizo, con momentos Kodak como el par de cachorros asaltando mi cama (qué novedad!) y yo, colgando en una esquina, mirando entre sonrisas a Isa y Pepi, extendidos en su máxima expresión.Pero como toda historia tiene su pero, con mis gastos comunes del mes de Enero venía escrita nuestra cruel sentencia: NO SE PERMITEN ANIMALES EN LA COMUNIDAD. Goddamit. Lagrimones van, lagrimones vienen. ¿Regalarlo? ¿Devolverlo? Imposible, ya estaba encariñada con el animalucho hasta las patas.
Hasta aquí la tragedia. Doy paso a la comedia.
Rodrigo, el papá de Isa, el tipo con el que juré no tener nunca más vínculo alguno excepto el tema Isadora, el sujeto que alguna vez maldije hasta la saciedad, que visualicé crucificado y entre llamas, Rodrigo resultó ser la solución a mi problema. Gustoso decidió quedarse con Pepinillo –le encantó desde que lo vio, quien no- y ahora, mes a mes él paga la pensión de Isadora y yo la de Pepinillo. También tendremos régimen de visitas (cada 15 días).
Inversión cruzada, en términos técnicos.
-------------------------------------------------------
Bueno, no todo ha sido de perros en mi vida. Entre otras cosas, me auto FashionEmergencié –un acierto, según mi entorno-, me dio depre, estuve de cumpleaños (25 ya), salí de vacaciones, volví, estoy mejor, etc. (un gran etc, ¿o no?)
Ya.
------------------------------------------------------
Más tarde...
Antes de ir a buscar a Isa pasé a comer algo con mi amiga E., quien junto con número dos adornan las salinas dependencias de Salta Pa’l Lao. Surrealista.En fin, conversando y conversando, E. Me dio un consejo que no puedo soslayar. Qué pena decirlo, pero no deja de tener razón.
Damn.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario